divendres, 15 de maig del 2015

Las dificultades de ser un gato callejero.

Muchos de los gatos callejeros de la ciudad de Cartagena parecen tener los días contados. O no, depende de a quién se le pregunte.

A finales del mes pasado, el Ayuntamiento consideró que la población de estos animales en las calles de la localidad excedía el límite de colonias acordado hace años, y se mostró decidido a que se regularizara la situación por tratarse de «una cuestión de salud pública».

En un comunicado dirigido a la presidenta de la asociación Cuatro Gatos Cartagena, el concejal de Sanidad instó a la organización a que, antes del 21 de mayo, realizara un Plan de Gestión Integral de las Colonias debido a que sus miembros son los que atienden a los gatos.

El plan supone, entre otras tareas, censar a los animales, implantarles un chip identificativo, vacunarlos contra la rabia y esterilizarlos. En resumen, un trabajo irrealizable en los plazos anunciados, según denuncian los animalistas. En caso de que no se cumpliera lo solicitado, el gobierno local procedería a «retirar de la vía pública todos aquellos animales que no se encuentren controlados dentro del plan establecido para las cinco colonias autorizadas».

Frente a la postura del Ayuntamiento, varias voces críticas denuncian que los gatos podrían ser sacrificados en el Centro de Acogida para Animales Domésticos (CATAD) del municipio.

Una campaña de recogida de firmas en la plataforma Change.org, la cual cuenta ya con más de 10.000 personas inscritas, y el apoyo de la fundación Brigitte Bardot de París han contribuido a aumentar la presión social en la ciudad murciana. Consecuentemente, el Ayuntamiento tuvo que salir al paso con una rueda de prensa para desmentir cualquier intención de acabar con la vida de los animales y aclarar que se procederá a sacarlos de las calles para llevarlos al CATAD. Sin embargo, la respuesta no ha terminado de contentar a los animalistas. «Llevarse a los gatos y amontonarlos es matarlos pasivamente, juntar gatos de diferentes colonias y posiblemente con distintas patologías es un riesgo importante para los animales, y eso lo sabe cualquier veterinario que sepa un poco sobre el tema», sostiene Agnès Dufau, presidenta de la asociación Plataforma Gatera y ganadora del Premio Internacional de Bienestar Felino.

Ella presentó formalmente hace pocas semanas el «Manifiesto Felino» en el Congreso de los Diputados, un texto impulsado por la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Animales (APDDA) como «una hoja de ruta para todo aquel que quiera negociar con la Administración Pública para mejorar la convivencia entre personas y gatos» y así evitar escenarios como el de Cartagena estos días.

Según los datos del último estudio de la Fundación Affinity, en 2013 más de 33.500 gatos fueron recogidos por las protectoras españolas de animales, lo que supone que por cada 10.000 personas hay 7 gatos sin hogar, una cifra que sería mayor si computara los felinos que se mantienen viviendo en las calles. Y uno de cada cinco gatos de los que llegan a un refugio terminan siendo sacrificados. «Hay una amplia población de gatos callejeros en España debido a la irresponsabilidad de los propietarios de los animales», apunta Dufau.

Según los datos que manejan en su organización, sólo el 5% de los gatos callejeros españoles están identificados. Ahora, el Manifiesto Felino, el cual incluye un decálogo de medidas concretas, pretende cambiar esta realidad y orientarla hacia la regulación. Si lo primero que enuncia es la necesidad de someter los gatos a un registro, su pilar fundamental es lo que se conoce como el «método CES» basado en la captura, la esterilización y la suelta de los felinos con el fin de tener controlada su población. «La esterilización es el pilar central para la gestión de los gatos callejeros, permite controlar la población y mejora la convivencia porque disminuyen las peleas entre animales, los ruidos y desaparecen los marcajes de territorios debido a que se suprime el comportamiento sexual», explica la defensora de los animales.

El otro gran puntal de este proyecto reside en las colonias o grupos de gatos callejeros supervisados y atendidos. «Una colonia controlada implica hacer un primer censo de los gatos, esterilizarlos a todos y hacerles un seguimiento. Estos son alimentados de manera discreta con pienso seco para que no se ensucie la vía pública. Retirar y matar no ha dado buenos resultados. A nosotros nos interesa el bienestar animal y al político le interesa la convivencia. Aquí nadie pierde», defiende Agnès Dufau.


Fuente: LA RAZON.es